lunes, 21 de diciembre de 2009

Sistemas Sociales. Sistema y función.


Niklas Luhmann


Niklas Luhmann nació en Lüneburg, Alemania, en 1927. A los 17 años fue obligado a formar parte de la aviación nazi. Comenzó sus estudios de derecho en Friburgo, donde se doctoró en 1949. Trabajó como funcionario civil desde 1954, y en 1960 viajó a Estados Unidos para estudiar sociología, en la Universidad de Harvard en Boston, la cual ejerció una influencia significativa en su pensamiento, sobretodo por su apego a la teoría sistemas de Talcott Parsons. En 1964 publicó su primer libro, Funktionen und Folgen formaler Organisation (Duncker & Humblot, Berlín, 1964), y un año después ingresó en la Universidad de Münster en Dortmund, donde se doctoró en sociología política en 1967, al tiempo que inició su actividad docente. En 1968 se estableció en Bielefeld, Universidad en la que permaneció el resto de su carrera como catedrático; falleció en 1998.

SUPUESTOS

El autor comienza el capítulo “sistema y función” del texto Sistemas Sociales, partiendo del supuesto de la existencia de sistemas autorreferenciales, consecuentemente para él, todo en la realidad se mueve de acuerdo con una lógica sistémica. Y dentro de este contexto, la teoría de los sistemas aparece como su método de análisis.

Otro supuesto que permite avalar y justificar la existencia de una “realidad sistémica” es la idea del hombre como un ser a-social. Planteamiento que viene desde Maquiavelo y Hobbes y que le permite afirmar que la sociedad existe, únicamente porque existen sistemas que hacen posible su cohesión.

En términos políticos, si partimos de la idea de que toda institución es un sistema, lo que estaría planteando Luhmann, al igual que Hobbes, es que el hombre necesita de sistemas o instituciones que controlen su naturaleza a-social. Entonces la existencia de reglas, leyes, normas e instituciones se justificarían (a diferencia de lo que plantea la teoría anarquista) porque el hombre necesitaría de ellas para convivir con los demás.

El pensamiento de Luhmann, de acuerdo con Julio Echeverria, podría ser interpretado incluso de modo más radical que el de Hobbes, ya que para Luhmann los individuos no son solamente a-sociales sino que tienen una inclinación hacia la “desocialización.” El hombre no necesita de sistemas únicamente para el mantenimiento de la sociedad, sino para enfrentar su tendencia a la desocialización. De ahí que frente a un entorno desocializante, los sistemas deben aumentar su complejidad para lograr, en última instancia, la supervivencia de la sociedad.

PENSAMIENTO

La teoría de los sistemas de Luhmann puede ser comprendida si se parte de algunos antecedentes de la teoría sistémica que él denomina autopoiético o autorreferencial. A saber, la explicación aristotélica de las partes y el todo, y la teoría sistémica clásica del sistema-entorno.

La realidad para Aristóteles era entendida desde la integración de las partes y el todo, no como una suma de elementos, sino como elementos articulados a una totalidad, elementos pensados en función de un todo y viceversa.

En la teoría sistémica clásica, estructurada por Talcott Parsons, se parte de la diferenciación entre el sistema y su entorno, cuya relación está determinada por una lógica estímulo-respuesta (con base en la teoría de la Gestalt). El sistema recibe señales del entorno (lo que Parsons llama INPUT) que irritan al sistema; el cual, luego de cerrarse (clausura operativa), responde y devuelve al entorno estas señales en forma de OUTPUT. Este proceso de feedback es el que permite la autorregulación de los sistemas.

Lo novedoso de la teoría de los sistemas de Luhmann, es el concepto de autopoiesis, tomado de Maturana y Varela (biólogos chilenos) que en palabras de Julio Echeverria podría ser entendido como una “autocofiguración de los sistemas” . Cuando Luhmann habla sobre la existencia de sistemas autopoiéticos, lo que está tratando de decir es que los sistemas, a diferencia de los sistemas clásicos de Parsons, no solamente reciben irritaciones del entorno para reconfigurarse, sino que se cierran y definen desde sí mismos su relación con el ambiente, mediante un proceso de reflexividad y selectividad. El sistema ya no depende de las irritaciones del entorno para responderle, sino que configura sus propias posibilidades de respuesta.

La razón de este cambio o evolución de los sistemas está directamente imbricada con el concepto de complejidad desarrollado por Luhmann, que puede ser analizado desde una perspectiva histórica, o relacionado con el paso a sociedades o entornos complejos.

Dentro el proceso de modernización de la humanidad, o lo que Max Weber denominó el desencantamiento del mundo, y que permitió el desarrollo del iluminismo; el hombre (con la primacía de la razón y la ciencia) desacraliza la verdad, la desvincula de la religión, para buscar una explicación inmanente del mundo. Esto trae como consecuencia la multiplicación de verdades y, por tanto, de posibilidades de elección. Si a ello sumamos, la posterior caída de los grandes relatos, y el concepto de performatividad, tenemos como resultado un entorno de alta complejidad.

Esta complejidad está directamente relacionada con la necesidad de selectividad; pues dado que las posibilidades son múltiples, existe una coacción a la elección.

Esta dinámica del entorno vuelve cada vez más complejo el sistema y sus capacidades de respuesta, tanto así que en determinado punto el sistema absorbe esta lógica de complejidad del entorno y se convierte en un sistema altamente complejo.

Consecuentemente, se hace imposible analizar al sistema-entorno desde una lógica de las partes y el todo. Porque para Luhmann la estructura del sistema se explica desde una diferenciación del sistema y su entorno; el sistema es entendido desde la existencia de LÍMITES que posibilitan la conservación del sistema, y su autorregulación. El entorno, en cambio, es una entidad que no tiene límites, ni capacidad de autorreflexión o acción.

Esta es una de las novedades de la teoría sistémica, Luhmann elimina al hombre como objeto de la sociología (contrario a Max Weber y la teoría de la acción social) y como centro del mundo, y lo reemplaza por los sistemas sociales como accionadores de la realidad. Cabe decir que desde la teoría Funcional-Estructuralista lumanniana la función de estos sistemas es la reducción de complejidad, por tanto, no son las estructuras las que mantienen las funciones, sino la función la que antecede este proceso.

Para Luhmann el sujeto es visto como simple “estrategia del sistema” que permite su autoreproducción. El problema es que si el sujeto es el entorno complejo, no solamente posibilita la reproducción del sistema, sino su evolución. Esta idea, entendida en términos políticos, afirma que el individuo, mientras más trata de liberarse del sistema, lo único que hace es complejizarlo, volverlo más inteligente o impulsar respuestas del sistema cada vez más complejas. Para Julio Echeverría esto significa “devolver al sistema una complejidad reducida más alta”

Para Luhmann la evolución del sistema solo es posible mediante la existencia de un excedente de complejidad en el entorno. Este excedente, y la función de reducción de complejidad del sistema, hacen que éste se vuelva más complejo para poder responder al alto grado de complejidad del entorno.

Ahora bien, el hecho de que el sistema se cierre para analizar sus respuestas al entorno no quiere decir que no existan relaciones entre ambos. Todo sistema está compuesto por un entorno, además de otros sistemas que se relacionan con él y forman parte del entorno. Sin olvidar que dentro de un sistema, existen también subsistemas con sus respectivos entornos. Por ello no es posible entender a los sistemas desde la lógica de la suma de sus partes, o desde una relación jerárquica sistema-subsistema, pues un subsistema puede ser mucho más complejo que un sistema global, dependiendo de su articulación con otros sistemas y su relación con el entorno.

Dentro de este proceso de complejización de los sistemas, determinado por su diferenciación con el entorno, el sistema “gana en sistematicidad” dice Luhmann, dependiendo de su diferenciación con el entorno, con otros sistemas y consigo mismo.

En este punto, el autor plantea el concepto de producción, como otra de las características de diferenciación del sistema con su entorno, directamente relacionado con la idea de necesidad de selección en los sistemas complejos. Para el autor, producción significa que “algunas causas pero no todas son necesarias para producir efectos”. Es decir que, dada la complejidad de un sistema, y la posibilidad se solucionar un mismo problema de múltiples formas, no queda otra salida que la selección o renuncia al dominio total de las causas. Esta selección es producción porque deja excedentes de posibilidades no escogidas que luego van a permitir la evolución del sistema.

Otra de las maneras de entender la estructura de un sistema, también relacionada con el concepto de selección, es la descomposición del sistema en elementos y relaciones. Partiendo del hecho de que no se pueden entender los elementos sin la existencia de relaciones y viceversa.

Para el autor se ha dado demasiada importancia al análisis de los elementos y sus resultados cuantitativos; lo verdaderamente importante son las relaciones posibles entre elementos, porque permiten dar el salto hacia lo cualitativo. Sin embargo, todo elemento que puede ser cuantificado se puede disolver, siempre que haya una razón operativa del sistema para ello

Ambas formas de entender la estructura del sistema, indican su grado de complejidad, ya sea mediante diferenciación (sistema-entorno-subsistemas) o selección (elemento-relación). Sin embargo, llega un punto en el que ya no es posible relacionar a todos los elementos con los demás a todo momento, entonces esta complejidad es internalizada por el sistema que, de esta manera, se vuelve autorreferencial y complejo. Es esta absorción de la complejidad del entorno la que hace que el sistema se vea coaccionado a la autorreflexión y que los sistemas autopoiéticos se vuelvan sistemas inteligentes.

Otro de los conceptos desarrollados por Luhmann es el de contingencia, que plantea que la solución de un problema siempre es posible de otro modo. Esto implica que toda elección supone un riesgo, nunca es segura completamente, es por ello que en la actualidad todo tiene un grado de incertidumbre, vivimos una sociedad del riesgo donde no hay certezas absolutas. Esta falta de sentido del mundo es la que lleva a muchos autores como Omar Calabresse a hablar de las sociedades contemporáneas, como sociedades neobarrocas.

La complejidad de un entorno determinado por la incertidumbre es la que permite, como se dijo, la evolución del sistema. El cual, para adaptarse a este entorno, se cierra hacia adentro y busca respuestas desde la autorreferencia. En este sentido, el sistema autorreferencial ya no solo debe adaptarse a la complejidad de su entorno o de los demás sistemas, sino que debe adaptarse a su propia complejidad. En otras palabras, las acciones de los sujetos están determinadas por su relación con el sistema, y no por su voluntad.

A pesar de que el sistema se cierra para resolver las irritaciones del entorno, necesita un sistema de comunicación que le permita devolver las respuestas al entorno. Para el autor, comunicación significa que “el cambio de estado A corresponda al cambio de estado B.” Mientras que la información es entendida como la memoria o acumulación de posibilidades de base causal que facilitan el proceso de selección y evolución del sistema.

La complejidad de los sistemas autopoiéticos, así como los conceptos de diferenciación y selección, no podrían ser comprendidos en su totalidad, si no se toma en cuenta el concepto de tiempo, como factor que obliga a la selección. El tiempo en los sistemas es también una variable que indica la alta sensibilidad que tienen los sistemas para transformarse.

Uno de los problemas que surgen con la variable del tiempo es la asincronía entre el sistema y su entorno. En particular, un problema puede requerir de reacciones largas del sistema, aunque sea simple, o de operaciones instantáneas, aunque sea más profundo. Esto se produce debido a que en la lógica sistémica, los conceptos de estructura y proceso son diferentes. La primera indica (contrariamente a lo que se conoce) un tiempo reversible y de cambio, mientras que el segundo es un tiempo irreversible que ya no puede ir hacia atrás, porque supone selecciones realizadas que ya no se pueden cambiar.

Sin olvidar que los elementos del sistema, debido a su tendencia al cambio, son inestables, no tienen duración; en palabras de Luhmann, “perecen desde que nacen.”

Esta lógica de desintegración constante de los elementos produce una renovación interminable del sistema y una estabilidad dinámica.

Finalmente, para el estudio de los sistemas, Luhmann plantea la existencia de una “teoría de los sistemas” cuya función es detectar problemas e indicar sus posibles soluciones (aquí se diferencia con otros paradigmas que buscan hallar la verdad; para el autor ésta no existe y debido a la complejidad del sistema y su entorno solamente se pueden hallar soluciones inciertas respecto de conflictos específicos). Por tanto esta teoría solo busca trasladar el conocimiento a otras posibilidades, no le interesa encontrar las causas, sino comparar entre distintas posibles soluciones.

Si bien el método de análisis sistémico de la realidad es novedoso y necesario para comprender ciertos conflictos contemporáneos, el problema surge por la pasividad con que trata Luhmann al sujeto; para él, los sujetos como elementos del entorno, pueden desaparecer sin ninguna posibilidad de acción si el sistema así lo requiere. Y aquí surge el problema, porque si el sistema dispone de la vida de un hombre ¿no es también un nuevo DIOS? y de ser así, ¿no se estaría retrocediendo del sistema complejo de la diferenciación y los múltiples caminos, a la existencia de una sola opción? Esta es una contradicción en la teoría sistemas que hace urgente devolver al sujeto su capacidad de acción.

KARLA ENCALADA.
TEORIA SOCIAL
FLACSO 2009

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